refiriéndome a mi etapa hospitalaria, cuando me formé como pediatra y me dediqué algunos años a la oncología pediátrica.
y decidí potenciarla dejando el hospital y yéndome a trabajar a Atención Primaria.
donde me formé como Terapeuta Grupal, atendí muchas, muchas familias en consulta, me quemé por no poder trabajar en las condiciones que consideraba mínimas para un buentrato hacia las familias y hacia mí.
con las escuelas a las que acudían mis pacientes, escuché todo lo que pude, acompañé, compartí.
Me daba cuenta de que las mamás recién paridas muchas veces no estaban bien, pero no se atrevían a decirlo.
venían mamás, papás, bebés, abuelos… compartían, negociaban, se acompañaban, aprendíamos.
sentía que las familias necesitaban un algo más que yo no podía atender desde ese encuadre.
En 2013 habíamos adoptado a nuestro hijo, y me di cuenta de que en mí se movían las mismas cosas que en las mamás recién paridas, quise ofrecer a otras familias adoptivas el grupo que me habría gustado tener a mí, y comencé a atender famiilias adoptivas no sólo en grupo sino también como pediatra y terapeuta famiiliar.
Acompaño y oriento en la crianza y educación emocional de sus hijos a todo tipo de familias, pero especialmente a familias adoptivas y de acogida. Dicen que los “especialistas en adopción” atribuímos a la adopción todo lo que les pasa a los niños, y eso es verdad y no es verdad. La adopción no es un problema, es de hecho la solución, la oportunidad para muchos niños y niñas precisamente de reparar, de recuperarse.
Porque lo que sí es verdad es que cuando un niño o niña entra en el sistema de acogida o es adoptado siempre ha habido unas experiencias muy dolorosas que lo han llevado a esta situación que llamamos de desamparo.
Y estas experiencias siempre, siempre, impactan de alguna manera en el desarrollo de los niños. Este impacto se va expresando de manera diferente a lo largo de la vida, y es más fuerte o menos en función de la dureza de estas experiencias, de si hubo tóxicos en el embarazo, de con quién ha estado hasta ahora y de cómo es y cómo hace las cosas su familia adoptiva o acogedora.
Muchas veces, además de las sesiones familiares, entro a vuestro hijo/a en terapia individual, lo que los traumaterapeutas llamamos sala de valientes. Es un proceso largo, en el que no se habla de adopción, sino que se intenta potenciar precisamente esa experiencia de seguridad, y desde ahí ayudar a vuestro hijo a, primero, regularse, darse cuenta de cómo está en cada momento, y desde ahí a potenciar su autoestima, habilidades sociales, aprendizajes… en fases mucho más avanzadas de la terapia, algunos pacientes sí necesitan y piden reconstruir su historia de vida, trabajar su origen, y es ahí donde, siempre a petición suya, se habla realmente no sólo de la adopción, sino de todo lo que pasó, de esa raíz.
En las familias no adoptivas ni de acogida el trabajo es un poquito parecido: me explicáis un poco lo que ocurre, hago una valoración inicial de vuestro hijo/a y de cómo ha sido su historia y vuestra relación, y desde ahí propongo un tratamiento que puede ser sólo con vosotros o incluír también sesiones individuales.
En los grupos las familias compartís vuestras vivencias, traducimos también la conducta de los niños, aprendemos de los recursos que os sirven a cada uno. Es un lugar donde encontráis resonancia a vuestra realidad, donde os sentís acompañados, comprendidos.
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Si sientes que tu hijo o tu familia están atravesando momentos desafiantes, te invito a ponerte en contacto conmigo. Juntos, podemos descifrar y entender sus emociones, fortaleciendo el vínculo familiar. Estoy aquí para ser tu aliada en este viaje de crecimiento y descubrimiento.
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