22 de marzo 8 am.
Escribo para ti, escribo para mí. Para aclararme, para calmarme, para darme Esperanza.
Ante la pregunta ¿qué pasará? Y el miedo que me genera, yo contraataco preguntándome: ¿cuál es Hoy mi lugar? Mañana, no lo sé, ni tampoco qué podré decidir a este respecto.
Pero en la medida que esta decisión dependa de mí, me la haré cada día, como me la he hecho durante muchas épocas de mi vida.
Quizá hoy tu lugar sea…
- Estar en casa. Solo/a contigo, o con los tuyos. Aislado en alguna habitación o más libre por la casa.
- Estar en casa trabajando. Estar en casa con plena disponibilidad para los tuyos.
- Trabajar fuera de casa. Como sanitario, como cuerpo de seguridad, bombero, cajero/a, limpiando. Y si es así, intentando velar por la seguridad de los tuyos, con más o menos distancia.
- Quizá no sepas cuál va a ser tu lugar mañana, céntrate en hoy pues.
Y desde ahí intentar cultivar amorosamente tu equilibrio: permitirte momentos de más “bajón”, pero también permitirte otra respuesta ante esta situación. Reírte, estar alegre, optimista. No forzarlo, sino más como los niños, nuestros grandes maestros en esta situación.
En los momentos de bajón…
- No juzgarte en los momentos de tristeza, de ansiedad, te va a permitir transitarlos más fácilmente.
- Tratarte con amor, con compasión.
- Tener presente que no estás solo/sola, que hay tanta gente sintiéndose como tú te sientes ahora.
- Cuidarte y preguntarte: ¿qué necesito ahora? ¿cómo puedo consolarme en mi tristeza, calmarme en mi ansiedad, en mi miedo?
Es momento de echar mano de todos los recursos que te hay ayudado a lo largo de tu vida: algunos más de evasión, otros más de presencia.
Es momento de sacar todo tu arsenal: para ti, para mí, para todos. Para tus hijos sobre todo, si los tienes.
Es el momento de enseñarles en la forma que mejor aprenden: con nuestra vida y nuestro hacer.
También es momento de compartir estos recursos, de aprender los de otra gente, de dejarnos copiar lo que nos funciona.
A mí me funciona escribir. Me funciona leer y ver series. Me funciona darme cuenta de cuándo mi cabeza se está yendo del ahora y entrando en modo ay ay ay qué pasará… y cuando me doy cuenta darme un besito y volver al ahora. Y créeme si te digo que esto debe de pasarme cientos de veces a lo largo del día.
Me funciona abrazar físicamente a mi marido y a mi hijo, mientras pueda. Me funciona, mucho, aprender de mi hijo. Me propongo en esta cuarentena hacer un máster en jugar.
Me funciona conectarme telemáticamente con otras familias y con el resto de mi familia, pero sobre todo estar muy muy en casa, equilibrando mucho esa conexión con el recogimiento.
En los momentos de alegría…
Puede que algo no te permita momentos de alegría, tipo: ¿cómo voy a estar alegre con la que está cayendo? o como con algún tipo de culpa, que se cuela tan fácilmente si tu cerebro lleva tiempo programado para ello.
Busca la alegría, permíteselo a tu hijo/a, súmate a su carro, que te enseñe. Aprendamos con humildad el arte de la alegría. No todo el día, pero sí a momentos. Por nosotros, por los nuestros, por los que no pueden. Porque hoy a lo mejor sí puedes, pero mañana no sabes.
Hagamos un banco de Alegría que nos empuje a todos. Entre tus momentos y los míos sumaremos, y pondremos nuestro granito de arena en el respiro de la humanidad.
Cultivemos también la Esperanza
Yo hablo mucho de Esperanza con mis pacientes. Siempre lo he hecho, desde mis tiempos como oncóloga pediátrica. Para mí la Esperanza es un motor, y a la vez algo muy frágil en mis circuitos cerebrales. Por eso precisamente la cultivo.
La Esperanza es algo serio. No es vana. Tiene fundamento, puedo argumentarla.
Esperanza no es un Todo irá bien literal, en todos los sentidos. Es un Todo irá bien en el sentido de que de una forma o de otra saldremos de ésta. Habiendo sufrido, más fuertes pero también más conscientes de nuestra vulnerabilidad, y de nuestros recursos para convivir con ella.
Mi Esperanza se funda en la bondad que veo, en la maravilla de los niños, en todas las cosas positivas que sí está aportando esta enorme crisis, por ejemplo ayer vi en una imagen cisnes en Venecia. Cisnes en nuestras propias vidas, ralentizadas por obligación, o más escopeteadas que nunca, quizá, en un servicio de Urgencias.
La Esperanza en sí es un valor, no tiene que ver con que las cosas vayan bien o mal. Es una manera de leer la vida, de vivirla, una actitud ante ella que, cuando puedo subirme a su carro, me permite ser más feliz, también en estos momentos.
Es dar visibilidad también a lo fácil, a lo bueno, que hay en nuestra vida, y permitir que equilibre un poquito la balanza.
Y a ti,
¿cómo te resuenan mis palabras? ¿te apetece compartirme cuál es tu lugar hoy? Me encantaría saber de tus recursos, de tu esperanza y, si lo deseas, de tus miedos e inquietudes. Me encantará leerte y, en la medida de mis posibilidades, acompañarte.
Un abrazo
Ana: madre, pediatra y psicoterapeuta